«A los vivos les debemos respeto, a los muertos sólo les debemos la verdad.» Voltaire.
AUTORÍA DEL POST:
Diego Leonet Mayo. Criminólogo. Presidente de la Asociación de Profesionales y Estudiantes de Criminología del País Vasco / Euskal Herriko Profesionalen eta Ikasleen Kriminologia Elkartea (APECPV/EHPIKE). Miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi- Memoria Histórica
Realmente no estoy habituado a escribir, pero no he podido resistir la invitación realizada por mi amiga Paz Velasco de la Fuente para colaborar en su blog. Quienes saben de Criminología, lo que voy a decir ya lo saben, pero para quienes se empiezan a interesar por esta Ciencia quizás sea algo novedoso. La Criminología no trata exclusivamente de asesinos seriales !!! Así que no, yo no voy a hablar de asesinos seriales, ni de cómo hacer un perfil. Yo prefiero centrarme en la victimología, y más concretamente en la Justicia Transicional.
Para quienes no han oído hablar sobre Justicia Transicional, me voy a permitir dar la definición del Centro Internacional para la Justicia Transicional: «La justicia transicional es el conjunto de medidas judiciales y políticas que diversos países han utilizado como reparación por las violaciones masivas de derechos humanos. Entre ellas figuran las acciones penales, las comisiones de la verdad, los programas de reparación y diversas reformas institucionales».
Desde hace unos años, colaboro con la Sociedad de Ciencias Aranzadi, concretamente en la sección de Memoria Histórica. Exhumamos fosas comunes; intentamos reconstruir los esqueletos para identificar las posibles causas de muerte; intentamos obtener el ADN para identificar esos restos; y estamos con las víctimas indirectas. Pero lo que no buscamos es victimarios, sino que lo hacemos desde la centralidad de las víctimas.
Últimamente he tenido unas cuantas controversias sobre la idoneidad de utilizar la denominación de «víctima indirecta», cuando realmente han sido unas víctimas directas. La explicación que doy, desde un punto de vista victimológico, es que son víctimas indirectas porque la victimización que han sufrido no es fruto de algo que estas personas han hecho, sino de lo que han hecho otras personas: cónyuge, padres, hermanos…. Es decir, no se les castiga por sus actos, sino por ser «familiar de…». Y sí, efectivamente se convirtieron en víctimas directas. Sufrieron violencia, destierro, expropiación, violaciones, torturas, y un largo etc.
Pero no podemos caer en la simplificación de decir que hay buenos y malos. En cualquier conflicto bélico, y más en una Guerra Civil, hay actos de bondad y actos de maldad. ¡ En ambos bandos ! Está ampliamente documentado que en la zona controlada por el «bando nacional» hubo actos donde el alcalde o el cura impidió que los piquetes se llevaran a gente del pueblo para asesinarles. Y en la zona controlada por el «bando republicano» ocurrió lo mismo: el alcalde impidió que se llevaran a los considerados «fachas» para ser asesinados. Pero también ocurrió exactamente lo contrario en ambas zonas, donde vecinos fueron denunciados, muchas veces falsamente, por odio, envidia, celos…. La bondad y la maldad humana no conoce de ideología. Pero cuando explico estas cosas, en no pocas ocasiones se nos acusa de que sólo exhumamos fosas de republicanos represaliados. Y en parte tienen razón. De las más de 500 fosas exhumadas, sólo dos corresponden a represaliados por los republicanos. ¿Esto significa que nos negamos a exhumar las fosas del bando nacional? ¡ En absoluto ! Significa que no se solicitan estas exhumaciones.
Si ya hemos dicho que en el bando republicano también se asesinaron a personas por ser de ideología opuesta (o denunciados por motivos personales), ¿cuál es el motivo de que no se soliciten estas exhumaciones?
La respuesta la obtenemos en el Boletín Oficial del Estado de fecha 9 de mayo de 1940, firmada por Serrano Suñer, Ministro de Gobernación, y con el título siguiente: «ORDEN de 1 de mayo de 1940 sobre exhumaciones e inhumaciones de cadáveres asesinados por los rojos». Hace referencia a una ORDEN del 6 de mayo de 1939 y lo que hace es ampliar el plazo para poder realizar la exhumación y posterior inhumación de sus fallecidos. Dice textualmente: «Primero.- Toda persona que desee exhumar el cadáver de alguno de sus deudos que fueron asesinados por la horda roja, para inhumarlos de nuevo en el cementerio, puede solicitarlo del Gobernador Civil de la provincia correspondiente, que previa la justificación de aquel extremo, concederá el permiso para el traslado e inhumación con arreglo a las disposiciones sanitarias vigentes». (La orden de 6 de mayo de 1939 no se ha podido localizar, por lo que es posible que se trate de una errata en la fecha).
Es decir, desde antes de finalizar la guerra civil española, las víctimas del bando nacional contaron con exhumaciones propiciadas por sus líderes, y posteriormente por el Gobierno.
¿Esto qué significa? Pues que nos encontramos con víctimas indirectas de primera y víctimas indirectas de segunda. Las víctimas provocadas por los republicanos, de alguna manera han sido reparadas. Los restos de sus familiares se pudieron recuperar e inhumar en donde ellos decidieron. Los familiares recibieron reconocimientos y preBendas como agradecimiento. En muchos casos, se hizo justicia. Prueba de ello es la Causa General, donde se hizo una investigación exhaustiva de los hechos ocurridos en la retaguardia republicana y se juzgó a los culpables (sic.). Se cumplieron los preceptos de la Justicia Transicional: Verdad, Justicia, Reparación (y yo añado) Memoria, porque a los denominados «mártires» se les recuerda en sus localidades en lugares preferentes.
Pero, ¿y los asesinados por el bando nacional? Pues en muchos casos continúan en las cunetas. Sus familiares sufrieron la vergüenza de ser «familiar de…»; sufrieron la expropiación de sus casas, tierras o negocios; las mujeres sufrieron violaciones, rapadas el pelo al cero y obligadas a beber aceite de ricino para ser humilladas en público; pasaron hambre; pero posiblemente lo peor de todo ha sido el no poder recuperar los restos de sus familiares, no tener un lugar a donde irles a llorar. Morir sin saber en dónde está su padre, madre, esposo o esposa. Porque lo más habitual era llevárselos de noche, sin decir a la familia para qué, si detenidos o para matarlos. La familia sufría, primero por la incertidumbre de si vivía o había muerto, y segundo por no poder recuperar su cuerpo. El dolor se incrementaba cruelmente con esta práctica, la de no poder cerrar el círculo del duelo, ya que no se habían podido despedir adecuadamente.
Por eso es tan importante la exhumación de las fosas comunes, para que las familias puedan recuperar a sus seres queridos y despedirse de ellos, para de esa manera cerrar el círculo del duelo y continuar con sus vidas. No se trata de abrir viejas heridas, sino de cerrarlas. Puedo aseguraros que en ninguna de las exhumaciones o entrega de restos en los que he tenido ocasión de participar, se ha escuchado en ningún momento hablar de odio, de venganza. Al contrario, oyes hablar de paz, de tranquilidad, de sosiego. Me gustaría invitar a todas esas personas que no entienden lo que estamos haciendo, a que acudan a una entrega de restos a sus familiares. Quizás entonces comprendan que es de justicia reparar todo el daño que se ha hecho. En ambos lados.
La foto que ilustra este post, corresponde a la entrega realizada en la sima Legarrea, posiblemente uno de los crímenes más atroces cometidos en la retaguardia. Una denuncia vecinal «por pequeños hurtos» significó el destierro de María Josefa Goñi Sagardía. Se llevaron a esta, que se encontraba embarazada de 7 meses, y a sus hijos Joaquin (16 años), Antonio (12 años), Pedro Julián (9 años), Martina (6 años), José (3 años) y Asunción (18 meses). No está claro si primero los mataron y posteriormente los tiraron a la sima, o si los tiraron vivos. Pero María Josefa y sus 6 hijos terminaron el 30 de agosto de 1936 en el fondo de una sima, a 50 metros de profundidad, de donde fueron recuperados sus restos en enero de 2017. Pedro Sagardía falleció en 1952 sin conocer el paradero de su esposa e hijos. El hijo mayor, que se libró de esta muerte por estar en otro municipio trabajando en aquel momento, falleció en 2007, también sin conocer el paradero de su madre y hermanos. Para saber más de este caso, se puede leer el libro de Jose María Esparza «La sima, ¿qué fue de la familia Sagardia?».
Enlaces de interés:
https://www.ictj.org/es/que-es-la-justicia-transicional
http://www.aranzadi.eus/antropologia-fisica/memoria-historica
https://mapadefosas.mjusticia.es/exovi_externo/CargarInformacion.htm
http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1940/130/A03157-03158.pdf
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