Autora del artículo: Cuca Casado. Graduada en Enfermería (Universidad Autónoma de Madrid) y en Psicología Legal y Forense (UNED). Teórica de la violencia, ha realizado un estudio transdisciplinar sobre la Violencia más allá del género. Asistió al encuentro “Mujeres fuertes, hombres débiles” en Euromind (foro de encuentros sobre ciencia y humanismo en el Parlamento Europeo). Va a comenzar el Grado de Criminología en la UDIMA. Colabora escribiendo artículos en Disidentia.
“Uno de los efectos de la violencia simbólica es la transfiguración de las relaciones de dominación y sumisión en relaciones afectivas”. (Bourdieu 1994: 189).
Cuando se habla de sucesos en torno a la violencia de pareja íntima (VPI), siempre se relata la situación de la víctima. Es decir, solamente se exponen sus antecedentes y factores. Si vivía una situación familiar y social desestructurada, si tenía antecedentes psicológicos, etc. Mientras tanto, del victimario apenas se dice nada salvo que agrede y llega a matar por una cuestión machista y patriarcal. Y esto sólo desde la perspectiva en la que el hombre es el victimario y la mujer la víctima. De las otras posibles formas de relaciones íntimas ni se habla. Pero lo cierto es que se expresan múltiples factores biopsicosociales y ambientales que propician tanto ser víctima como victimario, más allá del sexo y de la orientación de las personas.
Cierto es que los hombres matan más que las mujeres en la VPI, pues de media son más fuertes y grandes que ellas y son más agresivos y proclives a la violencia. Es un aspecto evolutivo que se aprecia en otras especies en las que los machos también son más agresivos y en concreto en la competición por las parejas[1]. Por supuesto, en el caso de los humanos, la cultura ha moldeado esa agresividad/violencia, pero la cultura no sería la causa de esa misma violencia. De todos modos, siendo mayormente más agresivos los hombres, eso no quita que las mujeres también lo sean y por ello los múltiples estudios que abordan la VPI concluyen que es multicausal y bidireccional[2].
Lo que sí sabemos es que la VPI es un problema, como cualquier violencia y más dentro de la familia, y que su final más trágico es el homicidio. Pero, ¿sabemos quiénes son los homicidas? ¿Qué características tienen?
Realmente se disponen de pocos estudios que recojan información sobre los homicidas dentro de la VPI, menos aun cuando se trata de VPI en relaciones homosexuales. Literatura extranjera sí que hay. Por ejemplo, Wilson y Daly crearon el SROK (Sex Ratio Of Killing) con lo que estiman la relación entre homicidios perpetrados por hombres y mujeres en el seno de una relación íntima. Herramienta usada por Aldridge y Browne (2003)[3] en su investigación y que concluían que, por ejemplo, Inglaterra y Gales tienen un SROK 23 (23 mujeres que asesinan a sus parejas por cada 100 hombres que asesinan a sus parejas). Estando en el otro extremo de la escala USA con un SROK 75 (por cada 100 hombres hay 75 mujeres asesinas). Pero analizando tanto a unos como a otros y ya sean relaciones de una orientación sexual u otra, los factores identificados son similares.
¿Qué factores tienen en común?
Muestran experiencias tempranas en relación con abusos infantiles sufridos (1 de cada 4) y trastornos de la conducta desde la infancia. Además, hay evidencia de agregación familiar de delitos sexuales. Este concepto es un indicador de rasgos cualitativos de etiología multifactorial, ya que se ha visto que los miembros de una familia tienen mayor tendencia a desarrollar el mismo rasgo o enfermedad porque al margen de compartir una gran proporción de genes, comparten también el ambiente donde viven, incluyendo costumbres y actitudes y exposiciones ambientales.
En relación con los trastornos mentales severos, diferentes estudios poblacionales hablan de que 1 de cada 10 hombres homicidas en VPI estaba psicótico durante el asesinato, además de presentar trastornos afectivos como la depresión. Por ejemplo, el estudio de Oram (incluido dentro de la revisión de Kivisto[4]) concluía que había una prevalencia del 32% de enfermedad mental, una prevalencia del 45% en los homicidas en la familia (no PVI) y un 20% en los homicidas de VPI (debido a psicosis o a depresión psicótica).
También, según diferentes estudios, la presencia de trastornos de la personalidad va desde el 33% hasta el 83%. Siendo relevante que se da una relación directa entre el subtipo Borderline y la VPI; es decir, a más rasgos Borderline mayor gravedad de los abusos. Otro rasgo característico es que hacen uso de una violencia reactiva (reaccionan violentamente ante lo que consideran una amenaza -fin de una relación, por ejemplo-).
Ocurre lo mismo con el abuso de sustancias y alcohol: es bastante frecuente. Campbell y cols. (2007)[5] concluyen que el 52% de los homicidas en VPI son bebedores problemáticos y un 65% consume sustancias.
Otros factores relevantes son los relacionados con conductas previas al homicidio. Hasta un 50% de los homicidas han sido arrestados anteriormente por delitos previos y prevalece el acoso en torno al 70% de los casos (siendo un factor de riesgo de primera magnitud). La presencia de celos también es muy frecuente, siendo para investigadores como Rosenbaum el factor más importante. También, la amenaza de separación precipita hasta en un 20% los homicidios de VPI.
Además aparece entre un 30% y 40% muertes adicionales: el suicidio del homicida y raramente el asesinato de algún hijo. Aunque hay evidencias de la existencia de una patología psiquiátrica en torno al suicidio, es un suceso con múltiples antecedentes culturas, ambientales y psicológicos[6].
Lo cierto es que, a tenor de los múltiples estudios al respecto, la presencia de psicopatología es elevada en los homicidios de VPI, pues se suman trastornos mentales graves y/o de personalidad al consumo de sustancias y alcohol. Además de otros factores como la separación, los celos, el acoso o el suicidio, que también son importantes. Hay otro factor importante a tener en cuenta y que se da en las parejas homosexuales: supone un riesgo adicional la relación per se por el miedo a la familia, amigos, compañeros del trabajo, etc., miedo al estigma asociado aun hoy en día al saberse de la relación.
Si algo se puede concluir es la heterogeneidad entre los sujetos que cometen homicidios dentro de la VPI. Y tal y como muestra el estudio de Sordi (2016)[7], los homicidas no están bien definidos ni aceptados.
¿Cómo abordamos los homicidios dentro de la VPI?
He tomado de ejemplo algunas de las propuestas que Campbell y cols. hacen en su estudio:
- Medidas para periodos de máximo riesgo (divorcios, por ejemplo): dispositivos de protección adaptados a cada caso.
- Medidas para abordar y tratar los trastornos mentales y adictivos: coordinación y comunicación entre sistema sanitario, social y judicial.
- Medidas para mejorar los recursos para personas homosexuales.
- Medidas para recoger sistemáticamente datos tanto de VPI como de homicidios dentro de VPI: estudios psicológicos y criminológicos tanto de víctimas como de victimarios (hombres y mujeres).
- Medidas para evaluar las iniciativas y políticas implementadas para ver si funcionan.
Sin duda alguna, es vital atender tanto a las víctimas como a los victimarios para comprender los múltiples mecanismos y factores que propician ser uno u otro. Además, debemos dejar de creer que las cosas tienen una sola causa, es un grave error. El ser humano es complejo, los problemas son multifactoriales, las cosas se retroalimentan. Por ello es vital adoptar una visión multidisciplinar que abogue por el modelo ecológico (individuo-familia-sociedad) y biopsicosocial para abordar esta problemática. Y para ello se hace necesario observar y analizar las relaciones íntimas más allá del género de las personas.
Referencias bibliográficas:
[1] Marta Iglesias (2018). Comportamientos regulados por la selección sexual.
[2] Estudio PASK: Se consideraron aproximadamente 12.000 estudios y más de 1.700 se resumieron y organizaron en tablas, concluyendo que excepto en lo referente a la coacción sexual, hombres y mujeres perpetran abusos físicos y no físicos en porcentajes similares, la mayor parte de la violencia doméstica es mutua, las mujeres son tan controladoras como los hombres, la violencia doméstica de hombres y mujeres está correlacionada con los mismos factores de riesgo y sus motivaciones son similares en ambos casos.
[3] Aldridge Mari y Browne Kevin(2003). Perpetrators of spousal homicide. A review. Trauma Violence and Abuse vol 4 nº3 265-276.
[4] Kivisto, Aaron (2015). Male perpetrators of intimate partner homicide: A review and proposed typology. J Am Acad Psychiatry Law 43 300-12.
[5] Campbell J y cols. (2007). Intimate Partner Homicide. Review and implications of research and policy. Trauma violence and abuse vol 8 nº3 246-269.
[6] Cuca Casado (2018). El suicidio: un problema silenciado.
[7] Sordi, Bárbara (2015). Programas para agresores de violencia de género en prisión. ¿de qué evidencia disponemos? Revista Española de Investigación Criminológica. Artículo 6 número 13.
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