“El ser humano es agresivo por naturaleza, pero violento por cultura.” José Sanmartín
INTRODUCCIÓN
Hace décadas que el fenómeno del homicidio múltiple secuencial se estudia desde un punto de vista multidisciplinar. Criminólogos, neurólogos, sociólogos, psicólogos, psiquiatras y antropólogos tratan de encontrar el origen y las causas (criminogénesis) de la conducta criminal. La mayoría de las ocasiones el asesino en serie es una persona de apariencia normal, totalmente socializada, buen padre de familia, un vecino afable que colabora en la comunidad, un discreto compañero de trabajo o una madre cariñosa y abnegada. Pasan absolutamente desapercibidos en su entorno. ¿Pero han nacido siendo los monstruos que terminan siendo?
La psicopatía condiciona el hecho de que un sujeto pueda iniciar una carrera criminal aunque no siempre -no todo psicópata es un asesino- de modo que no es factor suficiente para convertir a una persona en un asesino, siendo este el resultado de una multiplicidad de factores endógenos y exógenos. El asesino en serie no nace sino que se hace a sí mismo a lo largo del tiempo a partir de la interacción e influencia de diferentes factores genéticos, biológicos, neurológicos, psicológicos, sociales y ambientales[1]. La respuesta debemos buscarla en la suma de esos factores innatos y las experiencias o traumas vividos en su infancia y en su adolescencia dentro del ámbito familiar, escolar y social ya que del conjunto de todo ello dependerá la intensidad y el control de su agresividad y de su violencia.
Entre un 10% y un 15% de las personas nace con una tendencia biológica a la violencia; en los demás casos, esta se explica por factores sociales. Somos biología, pero también somos cultura: la educación ayuda al cerebro a reconfigurar las ideas y los sentimientos que inducen a la violencia. En términos generales, no se nace asesino, sino con cierta predisposición a actuar violentamente si ocurren determinadas circunstancias sociales (Sanmartín, 2002).
FACTORES ENDÓGENOS: NEUROLÓGICOS, GENÉTICOS, BIOQUÍMICOS
A.- El neurocientífico británico Adrian Raine, tras años investigando las conductas y el cerebro de asesinos seriales, en su libro The Anatomy of Violence: The Biological Roots of Crime (2014) señala que existen diferentes características biológicas[2] (innatas) que acaban moldeando la conducta criminal.
- Los asesinos en serie presentan en su cerebro unas variaciones similaresy estas podrían ser las responsables de sus crímenes. Raine fue el primero en echar una mirada al interior del cerebro siendo el pionero en hacer estudios de neuroimagen en personas violentas y en psicópatas. Ha demostrado que hay partes del cerebro, sobre todo la corteza prefrontal, que tiene una actividad más reducida en los agresores violentos y en los asesinos en serie que en el resto de sujetos. Gracias a estas fotografías tan exactas del cerebro[3] además queda demostrado que muchas personas que han tenido alguna lesión prefrontal[4], y cuyo estilo de vida anterior era normalizado y prosocial, se vuelven irresponsables, agresivas, llevan a cabo conductas imprudentes, tienen bruscos cambios emocionales, dificultades para aprender de las experiencias anteriores y dejan de sentir miedo desarrollando así una personalidad antisocial[5].
- Ausencia de miedo. Raine realizó a principios de los 70 en isla Mauricio, un estudio sobre una muestra de 1795 sujetos (niños de 3 años). Tras veinte años, 137 de estos individuos habían delinquido. Se observó que quienes a los 23 años habían cometido algún tipo de delito grave, habían mostrado valores significativamente más bajos de respuesta condicionada al miedo a los tres años de edad. La falta de respuesta al miedo está vinculada a determinadas disfunciones de la amígdala central, la parte del cerebro encargada de regular las emociones. Los resultados son consistentes con la hipótesis de que el mal funcionamiento de la amígdala incrementa el riesgo de conducta criminal, y demuestra que este condicionamiento al miedo a edad temprana no está explicado por factores sociales, de género o raza. (Raine, 2000).
B.- El genetista Hans Brunner llevó a cabo una investigación en 1993, en el Hospital Universitario holandés de Nijmegen, donde estudió el caso de una familia en la que todos los varones poseían historiales muy violentos de graves hechos delictivos. Se descubrió que todos ellos carecían del gen que produce la enzima MAO-A, encargada de controlar los niveles de neurotransmisores como la serotonina que juega un papel fundamental en el control de los impulsos. La activación de este gen, conocido como el gen del guerrero[6], depende de lo que ocurra durante la infancia. Si se carece de él o si presenta una actividad baja como consecuencia de una infancia marcada por el maltrato, la tendencia al crimen se acentúa. Quienes tienen este gen no son asesinos innatos, pero si tienen una mayor predisposición a cometer actos violentos.
La investigación más reciente es de 2015 y se ha llevado a cabo por un equipo de investigadores del Instituto Universitario de Salud Mental de la Universidad de Montreal (CIUSSS) con 327 jóvenes que vivían en Quebec, algunos de los cuales se vieron expuestos a la violencia durante su infancia. Esta investigación contó con datos de los participantes, que habían sido recopilados durante más de 15 años. Dicho estudio hizo posible evaluar como el gen MAO-A influye en diversos tipos de comportamientos antisociales, como la violencia hacia la pareja o los síntomas relacionados con una personalidad antisocial (participación en actividades ilegales, impulsividad excesiva, carencia de remordimientos, etc.). Isabelle Ouellet-Morin y el resto de investigadores determinaron que los resultados muestran claramente que los genes no tienen todas las respuestas sobre el futuro de una persona, al menos no más que su entorno. Y que parte de esas respuestas se encuentran «en la constante interacción de una persona con su entorno y en su bagaje genético».
Sin embargo es imposible determinar en qué porcentaje influyen los genes o el entorno ya que ambos están indisolublemente ligados. Nuestro desarrollo personal se nutre de ambas materias primas.
C.- Estudios sobre el cromosoma de la criminalidad o trisonomía cromosómica XYY (superhombre) que causa aumento de la agresividad entre sus portadores. Fue en los años cuarenta cuando la genetista Patricia Jacobson inició los estudios de anomalías en los cromosomas, que aparecían sobre todo en los delincuentes sexuales. Posteriormente varios estudios e investigaciones como las de Jacob, Brunton, Melville, Brittain y Mc-Clemont (1965) y Rutter y Hagell (2000) revelaron que los sujetos con esta anomalía cromosomática tienen una mayor posibilidad de presentar un comportamiento violento. La relación entre esta malformación y la violencia pareció confirmarse en Richard Speck sentenciado a pena de muerte por el asesinato de ocho enfermeras.
Fuente de la imagen: https://www.therichest.com/shocking/15-things-you-didnt-know-about-richard-speck/
La genetista Alicia Quintana descubrió que Manuel Delgado Villegas, “El arropiero” era portador de esta anomalía cromosómica haciendo de Villegas un sujeto violento, impulsivo y necrófilo. Sin embargo no todos los varones con ésta trisonomía son peligrosos asesinos, ya que influyen de nuevo y en gran medida los factores sociales y educacionales. Esta teoría se ha ido abandonando ya que queda extensamente demostrado que la gran mayoría de los asesinos en serie no son portadores de 47 cromosomas, invalidándola.
La neuróloga Debra Niehoff afirma que la violencia es el resultado de un proceso de desarrollo, una interacción entre el cerebro y el entorno. Si una persona cree que el mundo está en su contra y reacciona de forma exagerada a cada pequeña provocación, estas reacciones violentas irán más allá de su capacidad de control, porque está en modo de supervivencia. Asegura que biología no significa destino[7] ya que tenemos herramientas para reducir la violencia creando un entorno seguro.
Por lo tanto el “cóctel criminal” está formado por factores neurológicos, psicológicos, una predisposición genética a la violencia y una infancia traumática. Biología más factores sociales y entorno. Lo que nos falta en este coctel, es saber “cuánta biología y cuanto entorno” debe mezclarse para que surja un depredador mortal. Sarnoff Mednick[8] describió a este tipo de criminalidad como mano de póker: para ser un criminal se han de tener todas las cartas necesarias.
BIBLIOGRAFÍA
- Niehoff, D. (2000). Biología de la violencia. Ariel editorial (Arin). Barcelona.
- Ouellet-Morin, I; Côté, S.M; Vitaro, F; Hébert, M; Carbonneau, R; Lacourse, E; Turecki, G y Tremblay R.E. Effects of the MAOA gene and levels of exposure to violence on antisocial outcomes. The British Journal of Psychiatry (2015). DOI: 10.1192/bjp.bp.114.162081.
- Raine, A y Sanmartín, J. (2000) Violencia y psicopatía. Barcelona:Ariel
- Sanmartín, J. (2002). La mente de los violentos. Barcelona: Ariel.
[1] Todos los estudiosos del tema de diferentes disciplinas coinciden en afirmar que la mente de un asesino no se desarrolla de golpe, sino que es el producto de un proceso que comienza en la niñez. En todos ellos concurre una constante denominada triada homicida que casi todos los sujetos que terminan siendo asesinos en serie tienen en su adolescencia: crueldad con los animales, enuresis (orinarse en la cama) y c) piromanía (Tríada de MacDonald, 1963).
[2] A Charles Whitman, el asesino en masa de la Universidad de Texas, tras practicarle la autopsia le descubrieron un tumor que le presionaba la amígdala central, que sirve para expresar emociones sutiles como el amor, el afecto, la amistad y la desconfianza.
[3] En la actualidad hay diferentes técnicas de neuroimagen: TAC (tomografía axial computarizada); RM (resonancia magnética); TEP (tomografía de emisión de positrones) o SPECT (tomografía por emisión de fotón único) entre otras.
[4] Traumatismos craneoencefálicos, hemorragias aneurismáticas, lesiones por arma de fuego, etc.
[5] Phineas Gage, capataz de ferrocarril, sufrió un accidente mientras trabajaba. Una barra de metal de un metro de longitud y unos tres centímetros de diámetro atravesó su cráneo, específicamente los lóbulos frontales. Poco a poco se fue recuperando de la herida, pero surgió otro Phineas Gage. Las personas que lo conocían fueron testigos de cómo su temperamento y su conducta habían cambiado negativamente. Tenía comportamientos más violentos, mal genio, se irritaba fácilmente, empezó a beber, discutía por cualquier tontería, se peleaba con frecuencia; comportamientos que en ningún momento de su vida había tenido.
Fuente de la imagen: https://psicocode.com/clinica/phineas-gage-corteza-prefrontal/
[6] Fue en 2004 cuando la periodista Ann Gibbons etiquetó al MAO-A como “gen guerrero”.
[7] https://elpais.com/diario/2007/09/30/eps/1191132949_850215.html
[8] Raine y Sanmartín, 2000, p.161.
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