“Hay ciertas pistas en la escena de un crimen que por su naturaleza nadie puede recoger o examinar ¿cómo se recoge el amor, la ira, el odio, el miedo…? Son cosas que hay que saber buscar”.
Dr. James T. Reese
Toda escena del crimen nos cuenta una historia y hay que saber leerla e interpretarla. La escena del crimen es el lugar o espacio físico donde ha actuado el asesino y nos cuenta el desarrollo del acto criminal. Abarca la ruta de acceso, su núcleo, la ruta de escape y el área circundante. Es el lugar donde agresor y víctima han interactuado y donde se encuentran las evidencias conductuales, las huellas psicológicas o de comportamiento que son útiles para el esclarecimiento de los hechos, ya que estamos en el lugar donde queda reflejada la personalidad del asesino. El origen de este concepto se remonta a finales del siglo XIX cuando Hans Gross (1847-1915) determinó en su obra Manual para el uso de los Jueces de Instrucción (1891)[1] el concepto de “escena del delito”.
En la escena del crimen queda reflejada si se trata de una persona que asesinó a sangre fría, si ha empleado la fuerza para matar, si valora el riesgo o no a ser detenido, el control ejercido sobre la víctima, el grado de violencia empleado en el asesinato, su nivel de planificación (escenas organizadas) etc. La escena del crimen tiene un orden temporal, es decir un principio y un final y lo lógico es que si ésta se manipula se haga al final. Por lo tanto, podemos encontrarnos con una escena del crimen pura o por el contrario con una escena que ha sido alterada o manipulada por el agresor:
A.- Escenas puras. Aquellas que no han sido modificadas de ninguna manera, y en las que se observan todas las evidencias dejadas por el autor del hecho delictivo, de modo que la escena está tal y como ocurrieron los hechos.
B.- Simuladas o amañadas. Un lugar de los hechos escenificado es aquel en el cual la evidencia física ha sido intencionadamente alterada por el agresor, para despistar a las autoridades o para desviar la investigación (Turvey, 2000). La escenificación es un acto de precaución[2] (forma parte del modus operandi) que se lleva a cabo después del delito y que consiste en la alteración de los indicios de la escena del crimen con la intención consciente e intencionada de confundir, obstaculizar o inducir a error a los investigadores o a los forenses respecto a cómo sucedieron los hechos con la finalidad de ocultar la conexión entre crimen y agresor para así evitar su identificación. Sin embargo, no es esta la única razón por la que un agresor puede alterar o modificar el lugar de los hechos como veremos a continuación.
Teniendo en cuenta la puesta en escena o escenificación que puede llevar a cabo el asesino de su escena del crimen podemos determinar diferentes tipos de alteraciones que responden a diferentes finalidades:
1.- Escena simulada o “Staging”. En este caso las evidencias han sido alteradas intencionadamente por el agresor para inducir a la policía a líneas de investigación equivocadas, proporcionar información falsa a los investigadores y alejar las sospechas de su persona[3] o para evitar que encuentren la relación entre víctima y victimario. Para ello puede introducir o alterar elementos que produzcan confusión. El agresor crea situaciones falsas para que la motivación del crimen parezca otra, distanciándose así de la verdadera motivación. Pensemos en un asesinato que se intente presentar ante los investigadores como un suicidio, para que el autor del ilícito penal quede impune o en un hombre que mata a su esposa en su domicilio y que para evitar una acusación de homicidio, desordena expresamente la casa, rompe objetos y se lleva joyas y objetos de valor para simular un robo con homicidio por parte del ladrón. Sin embargo es posible que la simulación también se lleve a cabo por parte de la víctima: esta puede simular un accidente para cubrir su suicidio y así sus beneficiarios podrán cobrar su seguro de vida. En algunos casos incluso la familia puede alterar la escena de un suicidio para parecer un accidente en un intento de salvaguardar la dignidad de la víctima para evitar mostrar las connotaciones negativas del acto de la propia muerte.
Una escena simulada está llena de claves[4] para el analista de conducta, puesto que toda alteración que se ha llevado a cabo en ella va dirigida al engaño, a hacer parecer lo que no es (Soto, 2014). En realidad el delito que se trata de simular jamás se ha cometido, pero se dejan datos en la escena del crimen para hacer creer que sí ocurrió.
2.- Escena amañada o “Undoing”. Se trata de una conducta o comportamiento muy anómalo y consiste en la tentativa simbólica de “deshacer” psicológicamente el asesinato por remordimientos, por ejemplo tratando de devolver a la víctima a un estado de apariencia natural. En estos casos es muy habitual que haya existido una previa relación entre el agresor y la víctima o bien que la víctima fuera muy importante para el.
Por ejemplo: el asesino la lava, traslada a la víctima a un lugar confortable, la coloca en una postura digna, le añade flores o adornos, la maquilla o coloca junto a la víctima objetos que le gustaban en vida. Es la pura acción de deshacer el ilícito cometido intentando así demostrar a los demás sus remordimientos.
En la foto podemos ver a una mujer de 67 años de edad asesinada por estrangulación con ligadura. Vemos que el agresor ha adornado el cuerpo con joyas en el pecho, cuello, frente y muñecas. Las joyas del cuerpo ocultaban la marca de estrangulación. La parte inferior del cuerpo estaba tapada con una manta.
3.- Escena ritual o “fantasy act”. La disposición que realiza de la escena del crimen tiene un significado especial para él, para la policía o para terceros es decir la propia escena es un mensaje en forma de escenificación. Estos casos son difíciles de interpretar hasta que se obtienen las claves que permitan a los investigadores entender dicho mensaje. En este tipo de escenificación la manipulación intencionada de la escena del crimen o de la víctima (body posing) no tiene como finalidad desviar la investigación criminal, sino que los actos escenificados por el agresor responderán a sus fantasías estando estos relacionados con la firma del asesino. Recordemos que la firma son todas aquellas conductas y actos accesorios innecesarios que no son necesarios para matar y “que nos hablan de la motivación final para cometer un crimen, que dejan ver las necesidades psicológicas o emocionales que el criminal pretende cubrir con la realización de sus crímenes” (Jiménez, 2010).
El cuerpo de la víctima es una extensión de la escena del crimen y puede estar colocado según tres motivos:
- Como un mensaje, de modo que la posición de la víctima comunica algo a la policía, o un sujeto en concreto (por ejemplo una amenaza expresa dirigida a alguien que si sabe interpretar dicho mensaje) o a terceros.
- Como un ritual, para satisfacer sus propias necesidades y lograr una mayor satisfacción tras el crimen recreando una fantasía propia e íntima.
- Como algo íntimo para el agresor, con un significado especial para él en el ámbito social, familiar o psicológico.
Ésta escenificación utilizando el cuerpo de la víctima puede consistir en colocar el cadáver de un modo determinado (para ofender a la sociedad, humillar o degradar a la víctima, o por cualquier otra razón simbólica), mutilaciones post mortem, poner objetos sobre el cuerpo, posiciones sexualmente provocativas, introducción de objetos en la víctima o disposición concreta de algunos objetos de la escena alrededor de la víctima. Una de las víctimas de Gary Ridgway[5], El Asesino de Río Verde, apareció con un pez colocado en el cuello y otro en su pecho izquierdo. Además tenía medio introducida una botella en su vagina.
Finalmente debemos tener en cuenta que también existen otras razones que llevan al agresor a manipular la escena del crimen como la intención de incriminar a terceros inocentes, llevar a cabo una estafa contra las compañías aseguradoras, llamar la atención sobre su persona, o salvaguardar la reputación y dignidad de la víctima, que se da en casos de juegos de tipo sexual que acaban en accidente mortal. (Soto, 2014).
CONCLUSIONES:
La escenificación más habitual es la simulación o “staging” siendo muy probable que el criminal tenga algún tipo de vinculación con su víctima. Douglas y Munn (2005) determinaron que hay dos razones para simular una escena: cambiar de dirección la investigación para que no se centre en el sospechoso más lógico o bien proteger a la víctima o su familia, aunque como hemos visto hay más razones. El agresor que altera o manipula la escena del crimen para representar algo que realmente no sucedió en la mayoría de las ocasiones lo hace para engañar al investigador en diferentes aspectos:
- En lo referente al origen real de la muerte: homicidio, accidente, suicidio o muerte natural.
- Con respecto a la causa médica de la muerte.
- Con respecto a las verdaderas motivaciones del acto original (avaricia, ira, venganza, búsqueda de atención, etc.).
Según Geberth (2003) el tipo más común de simulación ocurre cuando el agresor altera los elementos de la escena del crimen para que lo que realmente es un homicidio parezca un suicidio o un accidente. Pero no olvidemos que también son muy habituales aquellos homicidios que son encubiertos como crímenes a manos de ladrones.
BIBLIOGRAFÍA:
- Chancellor, A. Graham, G. (2014). Staged Crime Scenes: Crime Scene Clues to Suspect Misdirection of the Investigation. ISJ investigative sciences journal. Volume 6, Number I.
- Douglas, J; Burguess, A.W; Burguess A.G; Ressler, R. (2006). Crime Clasification Manual. San Francisco. Jossey-Bass. P.p 31-43.
- Garrido, V, y López, P. (2006). El rastro del asesino: El perfil psicológico aplicado a la investigación policial. Barcelona: Ariel.
- Ressler, R.K. (1999). La investigación del asesinato en serie a través del perfil criminal y el análisis de la escena del crimen. Actas de la cuarta reunión sobre biología y sociología de la violencia. Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia. Valencia.
- Soto Castro, J.E. Manual de investigación psicológica del delito. El método VERA. Madrid. Ediciones pirámide. 2014. P.p 64-66.
- Turvey, B. (2016). Perfilación criminal. Una introducción al Análisis de la Evidencia Conductual. Primer Volumen. Fundamentos. Primera edición en español. Forensic Press. Aguascaliente, México.
[1] El título original en alemán de la obra de Hans Gross es Handbuch für Untersuchungsrichter als System der Kriminalistik (1892). Una traducción literal sería Manual del Juez de instrucción como sistema de criminalística.
[2] También denominado conciencia forense.
[3] En los casos de homicidio, los agresores que están vinculados a la víctima (cónyuges, novios, familiares, vecinos) saben que serán considerados sospechosos debido a su relación con la víctima. Utilizan la puesta en escena para hacer que parezca que alguien más cometió el crimen y desviar la atención hacia otra persona.
[4] Douglas (2006) determina que “Un perfilador con experiencia encontrará en la escena del crimen “red flags” (banderas rojas) que son señales que le permiten identificar cuando una escena está amañada.
[5] Gary Ridgway es quizás el asesino en serie “más exitoso” de Estados Unidos. Burló a la policía durante casi 10 años, asesinando a 49 prostitutas. Sólo la técnica de ADN pudo finalmente incriminarlo cuando el mundo ya lo había olvidado.
Interesante; para los que somos unos ignorantes sobre el tema, vemos que los criminólogos tenéis muy pocas herramientas sobre la escenificación, dado que actualmente, salvo que el asesino siga siendo el mayordomo y se le pille en plena faena con un cuchillo jamonero sutilmente sanguinolento, es relativamente fácil modificar el escenario , sobre todo en los tipos 2 y 3, dónde el ‘malo’ y además listo puede distorsionar el escenario conociendo previamente los protocolos de investigación.
Al fin y al cabo siempre os quedará el recurso de Gila que al pasar cerca del mayordomo repetía: «aquí huele a asesino»… hasta que acababa confesando. :))
Saludos
Muchas gracias Paz por tan interesante artículo !
Saludos desde Argentina !