«Las cosas no son siempre lo que parecen, las apariencias engañan a muchos, pero la inteligencia de unos pocos percibe aquello que se oculta.»
Son las 02.40 de una fría madrugada de invierno. Un individuo comienza a seguir a su víctima ocultando su identidad tras una capucha. Dos personas pasan junto a él, pero les será imposible identificarlo, ya que les es imposible ver su rostro. Al llegar a un callejón oscuro, se abalanza sobre ella, la tapa la boca y la lleva a su interior. El se ha ocupado días antes de romper la bombilla de la pequeña farola que ilumina el angosto callejón. Es un trabajo fácil. Ella no llega a los 47 kilos de peso. Apenas hay luz, la víctima no puede verle el rostro, pero si puede sentir su excitación y huele su propio miedo. El individuo la agrede sexualmente, pero es muy cuidadoso puesto que utiliza un preservativo para consumar la violación. En el último momento, cuando va a llegar al éxtasis la estrangula con sus propias manos enfundadas en unos finos guantes de piel gris. Ella es su tercera víctima en esa ciudad.
Esto es producto de mi imaginación, pero podría ocurrir en cualquier lugar, es más seguramente que ha ocurrido un hecho similar en alguna parte del mundo. Este homicida serial oculta su rostro, utiliza un preservativo y se pone guantes. ¿Por qué? ¿Por qué utiliza tantos elementos externos para cometer una agresión sexual y un asesinato? Simplemente por precaución. Utiliza su conciencia forense que según David Canter es “el grado de conocimiento que tiene el criminal de las técnicas de investigación de la policía, pudiendo llegar a no dejar prueba alguna en la escena del crimen”.
Los actos de precaución (Garrido 2010; Turvey 2012,) o conciencia forense son todas aquellas acciones que el agresor o el asesino realiza antes, durante y después del crimen de modo consciente con un claro objetivo: ocultar, engañar y desorientar a los investigadores respecto a cómo sucedieron realmente los hechos para así evitar su identificación y detención. La ausencia de determinados indicios o rastros que deberían ser hallados en la escena del crimen, indican a los investigadores que la escena puede haber sido alterada. Estos actos de precaución nos indican una evolución en el modus operandi de ese asesino, siendo los asesinos organizados mayoritariamente quienes llevan a cabo estas conductas. Según el FBI estamos ante sujetos que dejan muy pocas “huellas” a los investigadores.
No se han de confundir los actos de precaución, con aquellos actos que también lleva a cabo el asesino o el agresor con la intención de amañar la escena del crimen, sobre todo cuando comete un solo asesinato o una sola agresión. Amañar o simular la escena del crimen está muy relacionado con los actos de precaución solo que la simulación en este caso supone una alteración mucho más compleja, planificada y global de la escena por parte del agresor. No se trata tanto de eliminar indicios como de alterar los indicios para dirigir a la policía a líneas de investigación equivocadas y evitar así entrar en la lista de sospechosos. El agresor manipula los indicios y añade rastros para que parezca la escena de otro crimen distinto al que realmente sucedió. Por ejemplo un marido que mata a su mujer y simula la escena de un robo en la casa con el resultado además de la muerte de su esposa o un sujeto que comete un asesinato pero este se presenta ante los ojos de la investigación policial como un accidente de tráfico. En este caso debe haber un exámen minucioso de la escena del crimen, de la víctima y del comportamiento criminal. Garrido establece que la escena amañada o simulada es un tipo de acto de precaución, pero que abarca muchos tipos de conductas (Garrido 2010, página 43).
Los actos de precaución pueden indicar, atendiendo a su clase y a su complejidad, que nivel de conocimiento en cuestiones médicas, forenses, policiales, químicas etc., tiene el asesino o el agresor de modo que nos dan información del nivel de perfeccionamiento, planificación o improvisación del sujeto activo en el momento de la comisión del ilícito penal.
Esta conciencia forense se va adquiriendo con el tiempo, se va desarrollando y perfeccionando tras la experiencia adquirida por el individuo, de modo que probablemente en su primer crimen apenas utilizó estos actos de precaución, de ahí la gran importancia de analizar exhaustivamente las primeras escenas, para ver y contrastar que datos o elementos son los que no encontraremos en futuros crímenes, ya que el asesino va aprendiendo. Quizás la proliferación en la actualidad de series televisivas sobre investigación forense y criminal (CSI, Mentes criminales, Numbers, etc.) aporten ideas y estrategias a los “criminales novatos” aprendiendo de ellas y utilizando así determinados actos de precaución, que en otro caso les llevaría mucho más tiempo aprender. Es decir, se les está ofreciendo información de que deben y que no deben hacer si están planeando cometer un delito. De todos modos esto no es una novedad: recordemos que Sir. Arthur Conan Doyle, padre del enigmático detective Sherlock Holmes, describía con minuciosos detalles muchos de lo que ahora denominamos actos de precaución.
¿Qué conductas pueden ser consideradas como actos de precaución?
- Cambiar su aspecto físico mediante una máscara, un disfraz, ponerse una peluca o teñirse el pelo.
- Buscar la oscuridad para cometer el crimen.
- Buscar un lugar adecuado para llevar a cabo su asesinato: un callejón, un bosque, una nave abandonada, etc.
- Seleccionar a víctimas totalmente desconocidas, de modo que al realizar el perfil victimológico de la misma, no salga en la lista de personas conocidas por ella.
- Utilizar guantes.
- Utilizar preservativos.
- Anotar la identidad de la víctima para intimidarla y que no denuncie, sobre todo en los casos de agresiones sexuales.
- Quemar el cadáver.
- Incendio de la escena del crimen.
- Limpiar la sangre de la víctima.
El 24 de septiembre de 2014 finalizó la Operación Candy y se arrestó al pederasta de Ciudad Lineal (Madrid). Tras los dos primeros abusos a unas niñas de nueve y seis años la prensa publicó que desde un punto de vista criminológico el hecho de que el agresor narcotizara y bañara a sus víctimas tras abusar de ellas, mostraba la “conciencia forense” de este pederasta. Es decir el agresor era consciente de lo que criminólogos y criminalistas conocemos como Principio de Locard, de modo que sabía perfectamente que su interacción con las niñas dejaría rastros suficientes para ser identificado, arrestado y condenado.
Podemos afirmar por lo tanto que la conciencia forense es la capacidad que tiene el agresor o el asesino para evitar ser relacionado con la escena del crimen a través de la ausencia de evidencias dejadas en dicha escena o en el cuerpo de la víctima. Estos actos son totalmente conscientes, premeditados, planificados y ejecutados con gran precisión. Sin embargo, en el caso del pederasta de Madrid y a pesar de todo el cuidado que puso en la ejecución de sus agresiones, las declaraciones de la TP3 (testigo protegida 3) fueron su perdición. Creerse más listo que los investigadores es un acto de suma vanidad y casi siempre… sale muy caro.
BIBLIOGRAFÍA:
- Esteve Bañon, Z. Curso introducción a la técnica del perfil criminológico. Instituto de altos estudios universitarios (IAEU). España, 2014.
- Garrido Genovés, V. La mente criminal. La ciencia contra los asesinos en serie. Editorial planeta. 2007.
- Jiménez Serrano, J. Manual práctico de perfil criminológico: Criminal Profiling, Valladolid. Lex Nova, 2010.
Muy bueno el artículo. Por suerte todavía no todos los asesinos seriales toman todas las precauciones posibles, y en general la ciencia al servicio de la investigación todavía va un palmo adelante del criminal.